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Agrobío: La fábrica de bichos buenos

Agrobio: la fabrica de los bichos buenos
Revista esPosible nº 54 – Septiembre de 2015

La suelta de fauna auxiliar en el invernadero evita el uso de pesticidas y permite el residuo 0 en los productos hortofrutícolas

Sevilla, 1995. “Que vas a inaugurar una fábrica… ¡¡¿¿de abejorros!!??”, le dijo alguien en un Consejo de Gobierno a Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía en ese momento. La anécdota, contada entre risas por el gerente de Agrobío, José Antonio Santorromán, pone de manifiesto lo poco que se sabía de fauna auxiliar en agricultura intensiva a mediados de los noventa, cuando arrancó esta biofábrica con sede central en La Mojonera, Almería.

Reproducción, alimentación, selección de reinas, creación de colmenas. Unas modernísimas instalaciones donde los técnicos controlan la producción industrial de estos insectos, que, una vez sueltos en el invernadero, actúan como polinizadores del tomate y otros cultivos. Santorromán recuerda que no fue difícil convencer a los agricultores para que dejaran el sistema de polinización química, con compuestos a base de hormonas (actualmente prohibidos casi en su totalidad), y probaran con los abejorros. Varias multinacionales ofrecían ya sus colmenas, a unas 20.000 pesetas de las de entonces la unidad. La llegada de Agrobío supuso competencia, y ayudó a abaratar los precios, según relata su gerente con un deje de orgullo.

Los abejorros fueron solo el principio. Como siguiente paso, esta biofábrica afrontaría una ampliación, con nuevas salas y equipos, para empezar a producir un ejército de insectos beneficiosos, enemigos naturales de las plagas más comunes de los cultivos bajo plástico. Sobre una premisa que nace de observar y estudiar lo que viene sucediendo desde hace miles de años en la naturaleza: todo cultivo tiene una plaga, y toda plaga, su enemigo natural. De nuevo seres vivos sustituyendo a la química para lograr una agricultura más sostenible. Menos impacto, residuo 0. Pero para escribir ese segundo capítulo tuvieron que pasar 17 años y un terremoto en el campo almeriense: la llamada crisis de los pimientos, en 2007, al detectarse un pesticida ilegal en partidas de pimiento exportadas a Alemania, Reino Unido, Holanda y Finlandia, algo que puso en entre- dicho la seguridad alimentaria de estas exportaciones.

Producir insectos para el control integrado de plagas era, junto con la polinización, nuestro objetivo inicial, llevábamos tiempo trabajando, decíamos, ‘verás cómo en cuatro años cambia la cosa’, pero esos cuatro años pasaban y nada, así que volvíamos a decir, ‘en otros cuatro años, el panorama será distinto’… Pero la verdad es que no conseguíamos grandes logros”, rememora Santorromán. Sobre el terreno, las plagas se seguían combatiendo con pesticidas. Hasta que la crisis de 2007 vino a cambiarlo todo. Los agricultores se dieron cuenta de que, o hacían los procesos de manera más natural, o se les cerraban los mercados. Y volvieron los ojos hacia aquellos bichos buenos que se comían a los malos sin necesidad de insecticidas. “Tuvimos que correr para atender la demanda, menos mal que estábamos preparados y había mucho trabajo hecho”, enfatiza el gerente de Agrobío.

Productores que hasta aquel momento hablaban alegremente de los venenos que echaban a sus tierras cambiaron el chip en tiempo récord y empezaron a parecer entomólogos, denominando por sus nombres científicos a un enjambre de chinches, arañas, mariquitas, mosquitos, voraces depredadores de pulgón, trip o mosca blanca, tan nocivos para los cultivos. Agrobío incluye unos 20 en su catálogo, a razón de dos o tres nuevos por campaña. Tarda de una a cuatro semanas en fabricar soldados (es el tiempo que tardan en multiplicarse a partir de las cepas que conserva de cada especie). “Invertimos en I+D+i muy por encima de las medias anuales nacionales y europeas; un millón de euros, como mínimo”, calcula Santorromán. La empresa que empezó con cuatro trabajadores y ya va por el centenar inició hace años su proceso de internacionalización, y en septiembre inaugura una biofábrica en Turquía. Actúa en unas 15.000 hectáreas, el 70 % concentradas en el sureste peninsular, el 30 % en el resto de España, y del mundo. “Estamos presentes en 30 países”.

Fuente: ELENA SEVILLANO / ESPOSIBLE / ECODES

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